Toca definir en esta ocasión la palabra rara vate, que no bate -con ‘b’ y referida al palo con el que se golpea la pelota en el béisbol y otros juegos- ni tampoco mate, yate o cate, términos igualmente bisílabos y acabados en -ate. Muy gracioso es el adjetivo botarate -persona alborotada y de poco juicio- y, entre otras muchas opciones, tenemos para los más golosos el chocolate, sirviendo también el aguacate si está maduro y bien azucarado.
Una vez más me pierdo en introducciones absurdas cual primate. Y como aquí hay tomate y sobran más preámbulos os diré que la palabra vate, con ‘v’, se puede usar tanto como sinónima de adivino como de poeta.
Así es, vate es quien adivina, quien predice el futuro; ya sea con una bola de cristal, con las cartas del tarot, leyendo las líneas de las manos o basándose en extraños poderes o la inocencia de la gente. Porque en esto de las predicciones los más escépticos preferimos mirar hacia otra parte.
Más me gustan los poetas, para qué negarlo. Vates duchos en el arte de fabricar versos preciosistas. Sensibles, irónicos, cómicos, enamorados. Artistas de la rima imposible y el mensaje con ornamentos.