Retomo el placentero arte de escribir y describir para definiros en esta ocasión la palabra badulaque. Así es como se llama un famoso bar de copas de la villa desde la que gestiono este blog. Y claro, no contento el menda con beberse hasta el agua de los floreros que ni siquiera hay en el citado local -o no los he visto dado mi estado de embriaguez cuando allí acudo-, tenía que saber, y daros a conocer, el por qué de badulaque.
Echo un vistazo al diccionario de la RAE y veo que, entre otras cosas, badulaque es un afeite compuesto de varios ingredientes que se usaba en otro tiempo. ¿Un afeite? Sí, lo sé, otra palabra rara. Dígamos afeite o dígamos aderezo, compostura o cosmético utilizado para la higiene o belleza del cuerpo.
Pero no os centréis mucho en la anterior acepción porque la mayoría de las veces el empleo de badulaque responde a la necesidad del emisor de adjetivar a alguien necio, inconsistente, de poco juicio o corto entendimiento. Y aún más: el badulaque es impuntual en el cumplimiento de sus compromisos. Un desastre, vamos.
Ay, qué mayor me estoy haciendo y cuánto me merezco un homenaje. Por ejemplo el de llamar badulaques a la gran mayoría de los miembros de la clase política española -cito ésta porque es la que conozco-. Badulaques por incapaces. Por demostrar pocas luces en el arte de gobernar y unos faros inmensos sin embargo en las habilidades de esquivar obligaciones y meter la mano en la caja ajena. Eso sí, un poquito de afeite y a correr.
Estaba convencido de que la única acepción era “tienda de ultramarinos” que se estaba convirtiendo en “tienda de ultramarinos regentada por inmigrantes” y no debo ser el único. Al menos es lo que parece si te aficionas a ver los Simpsons y conoces a Apu, el indio que gestiona el “badulaque”.
http://www.elperiodico.com/es/noticias/ciencia-y-tecnologia/20100822/mutacion-badulaque/445897.shtml